domingo, 12 de mayo de 2013

"Los Carteles" Julio César Castro


Julio César Castro                                                                                                                                                                                      El Soñador                                      
Los carteles

Hombre que supo ser celoso para las intimidades de su rancho, aura que dice, Cotolengo Fortín, casado con Hermosura Cualunque, una mujer tan bonita que la gente la veía y comentaba: “¡qué bonita!”. Cómo sería que le decían “la bonita”.
A Cotolengo Fortín no le gustaba que la gente se le metiera en el rancho sin llamar. Decía que antes de arrimarse a las casas hay que avisar de lejos.
Para evitarse problemas, cuando se casó puso en la tranquera un timbre de bicicleta. Nunca llegó a escucharlo, porque a las pocas horas los muchachos se lo llevaron para hacerlo sonar en algún carrito de mano, así que estuvo cavilando una noche entera y al otro día puso cartel:
GOLPEAR ANTES DE ENTRAR
Al poco rato, la gente le entraba al rancho como si tal cosa para preguntarle: “¿Golpear, qué?”.
Muy fastidiado porque se le había llenado el rancho de vecinos y extraños, y arriba los había tenido que invitar con mate y unos pasteles, esperó a la otra mañana para poner otro cartelito que decía:
GOLPEAR LAS MANOS
Al poco rato, todo el que pasaba frente a la tranquera golpeaba las manos, y seguía de largo porque no tenía interés ni en saludarlo, pero carteles son carteles y más vale hacerles caso porque nunca se sabe.
Se pasó otra noche sin dormir, cavilando, y a la mañana siguiente encajó otro cartel que decía:
GOLPEAR LAS MANOS EN CASO DE NECESIDAD
Para el medio día se le había llenado el rancho de gente a preguntarle si había que golpear en caso de necesidad del que golpeaba, o necesidad de él de que golpearan, y cómo hacían para saber cuándo estaba necesitado y cuándo no, ya que para preguntarle primero había que golpear.
Cuando pudo desalojar el rancho con ayuda de los perros, la mujer le hizo una olla de tilo bien cargado y se quedó cavilando. No pegó un ojo en toda la noche, pero a la mañana tenía el cartelito que era un lujo de letras:
SI LLEGA DE VISITA GOLPEAR TRES VECES
Se tuvo que esconder en el galpón de las herramientas, porque el rancho era un hormiguero de gente preguntando cuántas veces tenía que golpear el que no fuera de visita.
Esa misma tarde salió medio loco, puso una campana en el rancho con una piola que iba hasta la tranquera, y en la punta de la piola le colgó un cartelito que decía:
¡GOLPEÁ QUE TE VAN A ABRIR!
Llegó al boliche El Resorte hecho una desgracia. Estaba tan impresionado con el asunto, que no sabía si golpear en el mostrador o esperar que le pusieran un cartelito. Cuando contó sus problemas, todos le dieron cualquier cantidad de consejos, pero el único que le dio el consejo justo fue el tape Olmedo. El hombre salió loco de contento del boliche.
Al otro día colgó cuarenta y siete carteles distintos en la tranquera, y como la gente no tenía tiempo para perder leyendo las bobadas de este loco, seguían de largo sin molestar para nada.

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